En su segunda acepción, la RAE define al visionario como a alguien “Que se adelanta a su tiempo o tiene visión de futuro”.
La historia nos ofrece varios ejemplos, entre ellos, el caso de Michel de Nôtre-Dame (más conocido como Nostradamus), médico y astrólogo francés, quien fue capaz de realizar predicciones tales como el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, y cuya verosimilitud, a pesar de todo, siempre ha sido puesta en entredicho; otro caso es el de Jules Gabriel Verne, escritor, poeta y dramaturgo francés, conocido en los países de habla hispana como Julio Verne, el cual se ha granjeado el título de visionario con mucha más credibilidad que el primero. También resulta llamativo el papel de oráculo que ejerce el pintor y escultor argentino llamado Benjamín Solari Parravicini, conocido como el Nostradamus de América, cuya obra pictórica (repartida en diferentes colecciones privadas europeas) llegó a obtener el reconocimiento tras ganar diversos premios internacionales. A través de aproximadamente un millar de dibujos que él llamaba “psicografías premonitorias” realizó pronósticos tan espectaculares como el estallido de las dos Guerras Mundiales, la construcción y posterior caída del muro de Berlín y la catástrofe de las Torres Gemelas. Vaticinó incluso que el primer vuelo espacial sería tripulado por un perro. ¡Y efectivamente, la primera tripulante hacia el espacio fue la perrita rusa Laika!
Que la realidad suele superar a la ficción es uno de los tópicos más fatalmente reales que existen. Prueba de ello es Xose López, actor, director, guionista y escritor gallego, que a sus 42 años de existencia puede “presumir” tristemente de ser el protagonista de una de las historias más surrealistas que hayan podido contarme. Una historia que bien podría haber sido extraída de Cuarto Milenio, programa emitido por la cadena Cuatro (uno de los canales de la productora Mediaset), espacio televisivo de investigación y debate acerca de sucesos relacionados con el mundo del misterio y lo paranormal.
Xose López lleva diez años vetado para hacer cine en España. ¿El motivo? Tan sorprendente como inverosímil: haber escrito un guion cuyo contenido, ocho años después y tras el reglamentario registro, iba a adquirir un sentido nuevo e insospechado. Iba a anticiparse, cual fatal premonición, al atentado que ha generado mayor número de víctimas mortales en la historia de nuestro país. Hablo del trágicamente conocido como 11-M. Este guion, sin que su autor pudiera saberlo, iba a anunciar uno de los sucesos más traumáticos de la historia del terrorismo a escala internacional, con consecuencias dramáticas para el autor, tanto profesionales como en el terreno personal. La factura que se le ha obligado a pagar ha sido demasiado alta, realmente imposible de digerir.
El guion de Aquellos dos negros inviernos fue el amargo punto de inflexión por el que la carrera cinematográfica de Xose López se detuvo abruptamente. El por aquel entonces jovencísimo poeta, dramaturgo y cineasta jamás llegaría a sospechar que dirigía sus primeros pasos justo hacia el ocaso de una brillante carrera, donde se ensombrecería su intensa labor creativa
En un afán de claridad, hagamos un breve recorrido por su trayectoria profesional. Este lucense, diplomado en Educación Social por la Universidad de Barcelona, decide un día emprender el camino al que le empuja su vocación artística dando forma a su irrefrenable impulso creativo. Para ello decide formarse como actor de la mano del maestro argentino Carlos Lasarte, y como director y dramaturgo en la escuela de Víctor Hernando.
Se inicia entonces un prolífico período artístico en el que en cinco escasos años escribe más de sesenta obras teatrales, como El payaso Llaso y su buen amigo Cándido o Conversaciones con la nieta de Franco, publicadas por la editorial Abecedario; veinticinco poemarios, nueve de ellos publicados por Ediciones Dédalo y cinco más a punto de ver la luz; diez guiones de cine y una treintena de artículos sobre arte.
Dentro del ámbito escénico participa como actor en más de veinte obras de teatro amateur, es autor del Manifiesto del Movimiento Cultural Internacional ArteInmediato y de los dos Manifiestos del Teatro de la Adversidad, así como director de dos compañías profesionales de teatro: La Crueldad de los Sueños y Cincoyentramos, al frente de las cuales dirige veinte obras (quince de ellas basadas en textos propios que se estrenan en Barcelona). El conjunto de su obra nos muestra la versatilidad de su capacidad creativa.
También ha impartido de forma totalmente gratuita numerosos cursos y seminarios de formación actoral, dentro de la corriente del teatro contextualizado La Escuela en Marcha (conforme a su concepto de la dramaturgia).
En total, una veintena de guiones de cine escritos, tres de ellos transformados en películas (en las que también figura como actor y director): Hacia el oasis, La línea amarilla y Eneadrama, que han participado con éxito en las dos primeras ediciones del Festival Internacional de Cine Nunes. En este festival (aunque relativamente poco conocido aún, tiene una gran proyección de futuro gracias en parte al intenso trabajo del productor Adolfo Quibus) quedaron finalistas Hacia el oasis (aclamada por el público) en la primera edición del año 2011 y La línea amarilla en su segunda edición del año 2012. Eneadrama, que contó con la colaboración de Carlos Lasarte y Carlos Villarrubia, recibió el segundo premio.
Asimismo, ha escrito y dirigido cuatro cortometrajes: El chico de los ojos tristes, Carta de despedida, Luigi y Antes del amargo adiós, con la participación de actores como Enrique Alcides, Roger Pera o Berta Casals.
Por último, es autor de un mediometraje: Atardece, con Mercè Comes y Carlos Lasarte.
En su vertiente como actor ha intervenido en más de veinte cortos, varios mediometrajes y cuatro largometrajes.
Pero ahora centrémonos en el guion de Aquellos dos negros inviernos. Dos vidas rotas, el amor, la muerte, el horror de un atentado terrorista, todo ello inserto en una situación asombrosamente similar a los sucesos acaecidos aquel fatídico 11 de marzo, incluyendo la bomba en una estación de tren… Una fantasía extraída en exclusiva de la imaginación del protagonista de esta pesadilla pero, más allá de lo onírico, presente en nuestro mundo real, y por ello mucho más aterradora y tangible...
Dos años de intenso trabajo para dar forma al guion, que entrega en el Registro de la Propiedad Intelectual en noviembre de 1997, donde finalmente queda inscrito el 29 de junio de 1998. Es a partir de este momento cuando se desencadena una serie de sucesos de carácter absolutamente kafkiano: la investigación de la que es objeto Xose López, los protocolos de alarma activados desde los servicios de Inteligencia y la entrega de la copia de su guion llena de subrayados… Una situación desbordante para cualquier persona que simplemente ha desempeñado una labor creativa en la que ha invertido esfuerzo, dedicación, pasión; en la que se refleja su inquietud por contar historias.
La vida prosigue y llegamos hasta el 11 de marzo de 2004, jueves, entre las 7:37 y las 7:40. Tres escasos minutos para que en las estaciones de Atocha, El Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia se desate el pánico.
A partir de ahí el veto cinematográfico.
La palabra premonición resuena inexorablemente, en el rincón más profundo de nuestro imaginario. Da la escalofriante sensación de que la historia ha sido producto de la inspiración inconsciente de un visionario, quien, sin embargo, desconocía a todas luces la caza de brujas a la que iba a ser sometido. Ni por asomo llegó a imaginarse semejante encerrona del destino. ¿Qué mente o mentes retorcidas decidieron situar la sombra de la sospecha más allá de la ficción? ¿Qué pensamientos, qué decisiones, qué sentencias acudieron al espacio de esas mentes? ¿Qué conexiones inefables quedaron establecidas, destrozando la trayectoria profesional de un artista, instaurando un veto permanente que no ha permitido su expansión en la gran pantalla?
No obstante y pese a todo, sin dinero, con escasísimos recursos y en pleno uso de su libertad personal (eso sí, con la profesional absolutamente coartada) ha sido capaz de seguir creando y de obtener el merecido reconocimiento en festivales internacionales. Esta es la prueba inequívoca de que el talento emerge aun en ausencia de recursos, aun siendo víctima de un dolorosísimo boicot dentro de su propio país. A despecho de una situación absurda e injusta que dura ya demasiado tiempo.
Reflexionando acerca de lo divino y lo humano, acerca de casualidades y causalidades, de conspiraciones conspiranoicas, de justicia e injusticia, de un país con un extenso e intenso legado cultural, con una fertilidad artística fuera de toda duda, con una apabullante riqueza de talentos individuales, de asombrosa capacidad para la creación, de mentes inquietas, dispuestas a ofrecer sus recursos, sus ideas para que este país pueda brillar a pesar de todos los pesares; es cuando el muro de la frustración reaparece sin piedad, cortando las alas, atando en corto, activando los pensamientos limitantes.
Un país como Estados Unidos, ese espejo en el que nos miramos de forma selectiva o más bien a conveniencia de los intereses propios de quienes dirigen y redirigen nuestra atención, ya habría empezado a mover toda su maquinaria al minuto cero coma de haberse producido, para llevar a la gran pantalla (sin ningún tipo de alarma y con el beneplácito de las instituciones) cualquier suceso amable o trágico, de trascendencia individual o colectiva, que hablara de miserias o grandezas. Simplemente porque forma parte de la vida, de la existencia humana, del devenir de los acontecimientos, porque se trata de una o muchas historias que contar.
Al pensar así me invade un desaliento que se expande como una plaga incontenible por todo mi ser. Me corroe la disconformidad y una sensación de añeja tristeza y cansina impotencia. Me rebelo internamente ante tanta incoherencia cuando recuerdo algunos debates televisivos (premeditadamente postizos), la prensa sensacionalista, el amarillismo mediático; y entre tanto desatino los exhaustos intentos por construir contenidos que merezcan la pena, la lucha y el esfuerzo por promover la cultura y la investigación, las plataformas I+D y las fugas de cerebros. Es inevitable, rápidamente acude a mi cabeza la palabra que tristemente sintetiza la conclusión de todas mis reflexiones: mezquindad.
En su primera acepción la RAE define al visionario como a una persona “Que por su fantasía exaltada, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas”. Escritores, guionistas, pintores, escultores, genios y menos genios de las artes plásticas y del celuloide encajarían fácilmente en esa definición, sin que nadie se llevase por ello las manos a la cabeza. Llegados a este punto no puedo evitar formular la pregunta que desde el principio lleva vibrando en mi garganta, casi con necesidad de ser gritada más que enunciada: ¿cabe castigar a nadie, de manera tan cruel por ello? Xose López lleva diez años de castigo, al no permitirle ejercer con total libertad su profesión, que es también su pasión, en el país que le vio nacer. Su condena es haberle acotado el radio de acción a una escala demasiado reducida, sometido a una total falta de libertad. Mientras, otros ejercen sus respectivas profesiones sin reservas, sin cortapisas, sin restricciones, sin la mácula que genera la duda, sin el arrinconamiento al que reduce la sospecha, sin debatirse entre el dolor que genera la limitación y el padecimiento de un estigma totalmente injustificado, a no ser que la imaginación, libre y desbordante, visionaria o casualmente coincidente con la realidad, acabe siendo tipificada como delito.
Esperemos que la cordura restablezca el orden de las cosas y la justicia, esa que debería prevalecer por encima de leyes, decretos, protocolos e instituciones, anule la pena impuesta a Xose López, liberándole por fin del ostracismo profesional al que ha sido condenado.
Sin embargo, los diez años de “inhabilitación parcial” con todo su angustioso aderezo de estupefacción en el mejor de los casos; de tristeza, abatimiento, desazón e impotencia en el peor, esa década por la que nadie debería haberle hecho transitar, ya no le podrá ser devuelta.
Reviso todo el material para este artículo. Recuerdo mis conversaciones con Xose López, medito sobre mis propias reflexiones y he de admitir que se mantiene en mí la sensación de que en este caso seguimos perdidos en divagaciones, en suposiciones demasiado etéreas, en conclusiones excesivamente inconclusas. Hay algo que se me sigue escapando y siento la necesidad de investigarlo, exijo respuestas más concretas a las preguntas que aún permanecen en el aire, que me miran de soslayo y me susurran que aún hay cabos sueltos a la espera de que alguien establezca conexiones válidas con la realidad.
Quizá sea una especie de sexto sentido a priori inexplicable, quizá es mi instinto insatisfecho ante tantas dudas e interrogantes aún en el aire, quizá es mi naturaleza un tanto temeraria escrutando las verdades que a menudo permanecen ocultas bajo ráfagas de sombra. Quizá por todas estas razones, por esta sensación lacerante de palabras vacías sobre papel mojado, por esta insistente necesidad de respuestas, continúo mi búsqueda y sigo investigando.
Doy vueltas sin parar al dossier que tengo entre mis manos, observo con detenimiento las fotocopias del artículo publicado en el diario El Mundo, en fecha 6 de marzo de 2005. Al releer me llama poderosamente la atención la similitud de la ficción con otro atentado en grado de tentativa, frustrado por la policía en la estación de Chamartín, la Nochebuena de 2003. Las coincidencias de este atentado felizmente fallido con el guion de Aquellos dos negros inviernos son tanto o más llamativas que las del fatídico 11-M: nuevamente una estación de tren, misma época del año (Navidades), similar carga explosiva (25 kilos de dinamita en la ficción, dos bombas de 20 y 28 kilos preparadas para estallar, en la realidad). Puestos a establecer similitudes, me dispongo a revisar el historial criminal de la banda terrorista ETA y descubro que, efectivamente, otro de los atentados a los que hace alusión el citado artículo del conocido diario de tirada nacional es el tristemente cometido por la banda terrorista un 29 de julio de 1979, un triple atentado que tuvo lugar en el aeropuerto de Barajas y en las estaciones de Chamartín y Atocha, con un balance de 8 muertos y 113 heridos. El mismo Xose López ha admitido su estupor al tener conocimiento de ambos sucesos. ¿Por qué entonces esa insistencia en asimilar su guión al 11-M?
Una frase extraída del guion de Aquellos dos negros inviernos y reflejada en el artículo al que hago alusión se me antoja una estrategia capciosa para desviar la atención hacia el 11-M: “Nadie avisó de la colocación del artefacto; normalmente la banda terrorista no suele actuar así”. Y apostilla el periodista: “¿ETA? ¿Otros terroristas? ¿Quién?” Si el periodismo practicado por algunos se salta la premisa de la objetividad, derivándose tendenciosamente hacia suposiciones que generen dudas acerca de un cineasta (que en este caso únicamente pretendía realizar su trabajo), entonces es más lícito plantearse que nos encontramos ante un grave caso de atropello profesional. Puesto que este medio de comunicación, lejos de intentar esclarecer los hechos, contribuye a enturbiar y a engrosar los rumores difamatorios, al poner en la palestra a alguien que confió precisamente en él para que su caso saliese a la luz y le liberase de sospechas infundadas. Justo sería esperar que tanto el diario como el periodista (quien sigue ejerciendo sin problema alguno) rectificasen, aunque después de casi diez años dicha corrección no haya tenido lugar. No obstante, los que creemos en el periodismo de verdad aún seguimos esperando.
Otra de las frases que leo en el mismo artículo despierta mi indignación por el modo en que aborda el tema, ya que deja al interesado inerme ante lo que ya ha sido dicho, sugerido o simplemente no aclarado, sin tener en consideración el calvario que arrastra desde hace diez años: “Hoy ha decidido contar su historia como una terapia, sí, encaminada a exorcizar fantasmas, pero también como un modo de cubrirse las espaldas por lo que pueda pasar. Porque de una cosa parece estar convencido: «Cuando se sepa mi historia, seguro que me llaman a declarar.»” Y seguimos con frases que me resultan maliciosas: “Cuando su único pecado, al parecer, fue inventarse una historia.” ¿Al parecer! ¿Por qué ese empeño en generar una duda con respecto a su autor? ¿Acaso esa historia prueba algo más que el hecho de haber sido inventada? Cuánto daño pueden hacer unas palabras hábilmente manipuladas, sutilmente intencionadas y encaminadas a generar un mensaje subliminal. No es justo, ni honesto y hace daño, mucho daño…
Y es que si es cierto, además, que únicamente los autores de las obras y los jueces tienen acceso al Registro, si estos últimos lo consideran oportuno en el curso de una instrucción, ¿cómo es que ningún juez, durante estos diez años, ha llamado a declarar a Xose López? ¿A quién pertenece la mano que ha subrayado el guion?
Continúo con mis pesquisas, tratando de hallar una lógica que le dé sentido a toda esta trama de absurdos despropósitos y, por fin, como si hubiese querido permanecer oculto ante mis ojos, se desvela la verdad con una brutal elocuencia. Calibrando el verdadero alcance de mi sed de respuestas, dando tiempo a mi conciencia para prepararse, asumiendo que se trata de algo mucho más grande, más complejo, más oscuro, más infame se me representan unas siglas seguidas de dos dígitos: CMX-04.
Comienzo a buscar información como si me fuese la vida en ello y descubro enlaces capaces de abrir la caja de los truenos: CMX-04, Operación Gladio. Me siento aturdida ante datos que de repente me parecen un regalo, el premio a mi insistencia, a un sinnúmero de interrogantes por resolver. Pero lo que al fin se me muestra me sobrecoge por completo. El descubrimiento me genera una sensación cada vez más angustiosa. Me hallo ante un regalo envenenado. Aparición de enlaces no disponibles, periodistas que admiten preferir no hacer ningún tipo de declaración al respecto, entrevistas a algún que otro artista reconocido, al que sin embargo la prensa no ha dado pábulo por hablar claro.
No sé qué hacer con este inesperado material. Siento la necesidad de abrir la veda pero por otro lado no dejo de ser consciente del riesgo que conlleva, o tal vez no… A lo mejor es una necesidad mucho más fuerte que el temor a eventuales consecuencias la que me obliga a escuchar una voz interna, a relevar mis anteriores preguntas: ¿por qué callar ahora…? ¿Por qué, cuando toda esa información circula por la red? Solo hay que saber buscarla o, más bien, estar dispuesto a encontrarla.
Tras un diálogo íntimo entre mi yo interior y la sensatez, y sintiéndome un minúsculo grano de arena a punto de ser pisoteado por una manada de elefantes, prevalece al fin mi mitad sensiblemente decantada hacia la luz, la que desea alejarse de las tinieblas y dar eco a los secretos, la mitad que quiere lanzar al aire las piezas del puzle para que las inquietas cabecitas, ávidas de conocimiento como la mía, puedan y se atrevan a encajarlas todas y cada una en su hueco correspondiente. Decido, pues, empezar a contar la historia por el final, que en realidad es el principio.
Debemos situarnos hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, momento de pactos, de alianzas estratégicas, de operaciones secretas. Vamos, de tensión subyacente bajo una aparente calma. La “paz mundial”, salvaguarda del orden frente al caos, ha quedado instaurada, apuntalada con hilos de araña, y hay que protegerla a toda costa. No la vida, sino la “paz”. Dentro de este convulso orden de cosas, la OTAN habla del riesgo de invasión del enemigo soviético y en consecuencia crea unos ejércitos secretos clandestinos: “redes Gladio” o redes stay-behind (quedar detrás), silenciadas por los medios de comunicación y cuya existencia, tras ser desvelada por el Primer Ministro italiano Giulio Andreotti en 1990, ha pasado a ser tratada incluso por las cátedras de Historia Moderna. Es el caso del catedrático de la Universidad de Bale (Francia), Daniel Ganser, quien documenta la existencia de la red Gladio en su libro Los ejércitos secretos de la OTAN.
Las acciones de esta secreta red europea se coordinan desde el Pentágono, la OTAN, la CIA y su homólogo británico, el MI-6, perpetrando fraudes electorales, golpes de estado y actos terroristas, mientras señalan a la izquierda comunista y anarquista (con la ayuda de grupos de extrema derecha) como agentes desestabilizadores, enemigos de los ciudadanos, y no de las fuerzas policiales y del Estado, a las que en un principio deberían enfrentarse. El objetivo de tales maniobras, forzar hacia un cambio de régimen más autoritario.
La base de las operaciones de Gladio (nombre derivado de la palabra gladiador) son los llamados “atentados de falsa bandera”, una práctica consistente en atacar a una nación enemiga bajo la bandera de un tercero al que desean enfrentar con el atacado.
Si los atentados terroristas de falsa bandera hasta los años 90 se perpetraron con la excusa de luchar contra el comunismo, la excusa actual es la guerra contra el terrorismo islámico, el nuevo enemigo inventado para justificar intervenciones a nivel mundial, cuyo objetivo no es otro que la apropiación y control de los recursos naturales por parte de las élites de poder, especialmente el control de los hidrocarburos.
Conectemos ahora toda esta trama con los CMX o ejercicios de entrenamiento antiterrorista. En palabras del Capitán Eric H. May, exoficial de Inteligencia del Ejército de los Estados Unidos “La forma más fácil de ejecutar un ataque bajo bandera falsa es hacerlo bajo la cobertura de un ejercicio militar simultáneo que simule la realización del mismo ataque que se quiere llevar a cabo verdaderamente”.
El 1 de marzo de 2004, la OTAN publica en su web el anuncio de la realización de ejercicios antiterroristas en las capitales de sus estados miembros, entre los días 4 y 10 de marzo. Unos ejercicios que permitirán a su personal civil y militar moverse por las citadas capitales con toda clase de material militar y sin control policial. Todos los estados miembros publican este anuncio, a excepción de España.
Los ejercicios de gestión de crisis, denominados CMX 2004, se llevaron a cabo bajo el supuesto de un atentado de Al Qaeda, similar al que pocas horas después tuvo lugar en una de las capitales de los estados miembros. Hablamos del 11-M.
Un año más tarde, el 7 de julio en Londres, otro ejercicio antiterrorista es simultaneado por un verdadero atentado, atribuido según fuentes oficiales a Al Qaeda, y cuyo objetivo es, casualmente, el mismo que el previsto por dicho ejercicio del CMX.
Si las posibilidades de que un atentado terrorista se cometa pocas horas después de finalizar unos ejercicios de entrenamiento (caso de Madrid) o el mismo día y a la misma hora en que estos se están desarrollando (caso de Londres) son escasas por no decir nulas, ¿estamos hablando de una pantalla para enmascarar el terrorismo de Estado? ¿De la justificación de una guerra imperialista que no tiene más objetivo real que el saqueo de las riquezas naturales de la zona?
Por otra parte, el artículo V del Tratado de Washington, de 4 de abril de 1949, establece que si un país miembro de la OTAN recibe un ataque exterior, se considerará como un ataque dirigido contra todos ellos y, en consecuencia, deberá ser defendido por estos. Las fuentes consultadas estiman que si Al Qaeda hubiese estado detrás del 11-M el gobierno español debería haber acudido a la OTAN.
Reviso por última vez todo mi arsenal documental. Solo me queda ya hacer una mención especial al que fue sin duda el atentado con mayor similitud con el del 11-M, semejanza que me ha pasmado desde el inicio de mi investigación hasta ahora.
Dos de agosto de 1980. Estación de Bolonia. Como la de Atocha, un lugar que constituía un importante centro de intersección de tráfico ferroviario a escala nacional. El balance, 85 muertos y más de 200 heridos al explotar una bomba en la sala de espera de pasajeros de segunda clase, fundamentalmente gente trabajadora. También lo eran las víctimas que viajaban a primera hora de la mañana (franja horaria no frecuentada por altos cargos) aquel fatídico 11 de marzo en Madrid.
Se atribuye falsamente el atentado de Bolonia a grupos anarquistas, y el de Atocha a grupos islámicos supuestamente conectados con Al Qaeda. En Bolonia y Madrid los jueces reciben multitud de información falsa y se designa en Italia un cabeza de turco: un profesional de la danza llamado Pietro Valpreda.
El miembro del grupo neofascista italiano Nuevo Orden ha llegado a declarar: “El atentado de Bolonia, como todas las masacres, responde a la lógica de un Estado que, no sabiendo cómo responder a la victoria de un enemigo, recurre a la extrema violencia, atribuyéndola a extremistas para justificar sus propias acciones. Renunciar a su libertad a cambio de la seguridad, esta es la lógica de todas las bombas. Estos actos permanecen sin castigo porque el Estado no se puede castigar a sí mismo.” […] “Miles de personas han sido engañadas, matadas, encarceladas en aras del Estado.”
¿Y qué es un “simple” veto, cuando estamos hablando de cercenar vidas por parte de un Estado?
¿Alguien buscaba guiones para crear escenarios de entrenamiento?
Planteemos la siguiente hipótesis: un entrenamiento antiterrorista promovido por la OTAN, basado en un guion cinematográfico que sirve de inspiración para un atentado, el mayor de la historia de España, ejecutado justo al día siguiente de concluir dicho entrenamiento. Solo pensarlo pone los pelos de punta… Y mientras tanto, se sugiere veladamente que el inspirador pueda ser un cineasta que simplemente “pasaba por allí”, que tuvo la mala suerte o la fatalidad de encontrarse en el lugar inadecuado en el momento adecuado para otros, dando rienda suelta a su imaginación, inspirado para escribir semejante guion…
¿A quién le puede haber interesado convertir a Xose López en el Osvald de nuestro caso Kennedy particular?
Se corta por lo sano, se le veta, se reduce considerablemente su radio de acción y ¿así se le tiene bajo control? ¿Así se evita sacar a la luz un tema que no interesa remover porque hay demasiados interrogantes, determinada información que algunos quieren que no salga a flote?
¿Ha sido Xose López uno de esos daños colaterales, estratégicamente relegado a la sombra como consecuencia de un maquiavélico principio, según el cual el fin justifica los medios?
Quiero, necesito creer que no…
Estoy exhausta. Cuesta asimilar todo esto. Aunque sospechemos que no hay verdades absolutas (ni siquiera parciales) en todo lo que se nos dice desde las altas esferas del poder, que es más cierto lo que se oculta que lo que se muestra, que una vida humana vale menos que una transacción comercial; aunque se especule con estas y tantas otras cosas, duele encararse abiertamente con la realidad en toda su crudeza. Es un dolor agudo pero insignificante en comparación al de las víctimas del sistema, protagonistas involuntarios de sus perversas maniobras. Un sistema que nos afecta a todos, incluso a los propios verdugos. Un statu quo que acabará fagocitándose a sí mismo si no tenemos las agallas de batallar, pero con la incuestionable intención de crear otro…
Mientras ese momento llega, una interminable sucesión de víctimas, a manos de otras víctimas, seguirá escribiendo con tinta ensangrentada una historia que es mucho más perversa y amarga que la que cuentan los libros. Tan amarga como la certeza de que mientras permanezcamos callados la historia la seguirán escribiendo “ellos”.
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