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lunes, 3 de junio de 2013

Prólogo de ¡Gracias...Crisis ! Vivencias de un comercial


PRÓLOGO
“Crisis? What Crisis?” (“¿Crisis? ¿Qué crisis?”) Es el título del primer álbum estadounidense de un famoso grupo británico con el que se ironizaba-o así lo entiendo yo, al menos- sobre los continuos anuncios de debacle económica y social preconizados en la década de los setenta del siglo pasado. Fenómeno que, por otra parte, ha ido sucediéndose en casi todas las décadas de los últimos siglos en las diferente civilizaciones humanas.
En cualquier caso es innegable que, de crisis, las ha habido y las hay de todas las maneras y modelos: crisis personales, emotivas, de identidad; crisis relacionadas con determinadas edades; crisis de pareja, matrimoniales; crisis profesionales, laborales, vocacionales; crisis culturales, artísticas, generacionales; crisis políticas, administrativas, de estado; crisis colectivas, de guerra, humanitarias…¡No acabaríamos nunca!
(Incluso hay, con el plural en inglés del término-“crises”-, una supuesta materia lunar de carácter metafísico que dio pie a otro excelente disco de un músico de grandes proporciones que se ha dejado llevar en los últimos tiempos por un extenuante mimetismo de si mismo… ¡Pero esa es otra historia!)
Ante ese panorama generalizado de crisis de diversa índole, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos demasiado, que la vida misma es una sucesión de diferentes crisis, de mayor o menor calado, y que cada cual se las ingenia para campearlas de la mejor manera posible.
Con una propiedad añadida: las crisis nunca vienen solas, siempre en pareja, trío o cuarteto. Y si no que se lo digan a Álvaro Picó, el protagonista del libro que nos ocupa. Verdadero Lazarillo del siglo XXI, nuestro hombre transita por una sociedad infestada de hipocresía y prevaricación; como Buscón moderno, a la captura de aquel amo ecuánime que le pague un salario digno; o cual Ulises solitario, perpetuamente acuciado por el canto de sirenas de las empresas fantasma.
Y luego está el factor psicológico…
Desde siempre, se ha destacado la capacidad de algunos artistas masculinos para elaborar, con milimétrica precisión, retratos idiosincrásicos de la feminidad: Flaubert y Leopoldo Alas en la literatura; y George Cukor o el propio Almodóvar, en el cine, son ejemplos paradigmáticos. En esta ocasión es una mujer, Mª Ángeles Gabaldá, la que capta las peculiaridades de lo masculino con detalle que en algunos momentos se antoja quirúrgico, casi radiográfico. En este sentido no puedo por menos que referirme al capítulo de la playa, donde cualquier machito que se precie- y aquí me incluyo, para bien o para mal- se sentirá identificado de manera irremisible, hasta la extenuación, con el retrato del machismo solapado, del orgullo por mantener imagen impecable de uno mismo a pesar de la deplorable realidad, y de la inevitable tendencia a compararse con los individuos del mismo género, característica no exclusivamente femenina, a pesar de los tópicos.
Nos hallamos, pues, ante una obra de apariencia liviana y trasfondo abismal, que va creciendo poco a poco en la conciencia del lector, paulatinamente subyugado por una narrativa demasiado aposentada en la actualidad para ser razonablemente obviada.
¡Gracias, Gabaldá!
Francesc Aguilar*
Licenciado en Física, profesor de secundaria y productor de radio